La Ciudad Eterna amaneció entre lágrimas y oraciones. Este jueves, tras una misa multitudinaria en la Plaza San Pedro, los restos del Papa Francisco fueron trasladados y sepultados en la Basílica de Santa María la Mayor, en una ceremonia íntima y cargada de simbolismo.
La decisión de Francisco de reposar en esta iglesia —y no en las grutas vaticanas como la mayoría de sus predecesores— fue coherente con su estilo pastoral: cercano, humilde y profundamente mariano. Santa María la Mayor fue un lugar especial durante su pontificado. Cada vez que emprendía un viaje internacional, Jorge Mario Bergoglio visitaba esta basílica para encomendarse a la Virgen Salus Populi Romani. Allí también volvía a dar gracias tras cada regreso.
Con su sepultura, se cierra una etapa única en la historia moderna de la Iglesia Católica, marcada por la búsqueda de la misericordia, la apertura hacia los excluidos y una firme defensa del medioambiente y de los migrantes.
Una transición en marcha: el Vaticano en modo cónclave
Con la muerte del pontífice, el Vaticano ha entrado formalmente en estado de Sede Vacante. El Cónclave —el proceso secreto mediante el cual se elige al nuevo Papa— se pondrá en marcha en los próximos días.
El Decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re, será el encargado de convocar a los cardenales electores, que deberán reunirse en la Capilla Sixtina para la elección. Según fuentes vaticanas, se espera que el cónclave comience a principios de mayo, dado que la normativa establece un plazo máximo de 20 días tras el fallecimiento del Papa para iniciar las deliberaciones.
Participarán aproximadamente 120 cardenales menores de 80 años, procedentes de todos los continentes, reflejo de una Iglesia cada vez más global y diversa. La elección exigirá una mayoría de dos tercios para proclamar al nuevo Sumo Pontífice.
En paralelo, la especulación sobre los “papabili” —los cardenales considerados con más chances— ya es intensa. Figuras como el filipino Luis Antonio Tagle, el italiano Matteo Zuppi y el brasileño Odilo Scherer son mencionadas con fuerza, en una elección que podría ratificar el perfil aperturista de Francisco o bien marcar un viraje hacia posturas más conservadoras.
El papado en perspectiva histórica
La muerte de Francisco es también ocasión para recordar el peso histórico del papado en la tradición cristiana. El Papa, como Obispo de Roma y sucesor de San Pedro, es considerado el líder espiritual de más de 1.300 millones de católicos en el mundo.
Desde la elección de San Pedro —el primer Papa, en el siglo I— hasta la actualidad, han pasado 266 pontífices, con períodos de profundas transformaciones y crisis: desde las persecuciones romanas, el auge de la Cristiandad medieval, el Cisma de Occidente, la Reforma protestante, hasta el Concilio Vaticano II en el siglo XX, que reformó radicalmente la relación de la Iglesia con el mundo moderno.
Francisco fue el primer pontífice latinoamericano y el primero perteneciente a la Compañía de Jesús (jesuita). Su elección en 2013 ya rompió moldes, en un contexto donde la Iglesia buscaba renovar su credibilidad tras escándalos financieros y de abusos.
Durante su pontificado, Francisco canonizó a figuras como Madre Teresa de Calcuta y Juan Pablo II, publicó encíclicas de alto impacto como Laudato si’ sobre el cuidado del planeta, y lideró gestos históricos de acercamiento a otras religiones.
Su muerte y entierro marcan, simbólicamente, el cierre de un ciclo de apertura y misericordia, pero también el inicio de una nueva página en la historia de la Iglesia.
Lo que viene
Mientras los peregrinos siguen acercándose a Santa María la Mayor para rendirle homenaje, el mundo católico mira ya hacia la Capilla Sixtina, donde en pocos días se volverá a repetir un ritual de siglos: el humo blanco que anunciará que un nuevo Pastor ha sido elegido.
El futuro del papado está en juego. Y, como siempre, será también el reflejo de los desafíos de su tiempo.