Una historia desgarradora, como tantas que suceden en el anonimato de los hospitales, se hizo pública esta semana en San Lorenzo. Cloe, una bebé de apenas dos días, sufrió una grave quemadura en su pierna tras un accidente ocurrido en plena cesárea en el Hospital Granaderos a Caballo de San Lorenzo. La situación conmueve por lo inesperado y por el dolor de una madre que aún no sabe qué le depara el futuro de su hija.
Diana, la madre de Cloe, relató con angustia cómo, tras una cesárea programada, los médicos colocaron sin querer un bisturí encendido sobre la pierna de su hija, quemándola gravemente en el proceso. “Cuando la sacan, la apoyan en una de mis piernas, tenía dos vueltas de cordón en el cuello”, contó. En medio de esa angustia, un aroma a carne quemada invadió la sala. “Se habían olvidado el electrobisturí prendido sobre mis piernas y eso quemó totalmente su piernita”, recordó.
La pequeña fue rápidamente derivada a la Maternidad Martin de Rosario, donde le realizaron una cirugía para limpiar la herida. La operación fue exitosa, pero el temor persiste: “Es probable que no sea la única cirugía, pueden necesitar injertos de piel y una rehabilitación por la movilidad. La herida es grande y no superficial”, explicó Diana, entre lágrimas.
Lo más doloroso para la madre, además del sufrimiento físico de su hija, es la imposibilidad de tener contacto físico con ella. “Está en neo, como en una cajita de cristal cerrada. No puedo alimentarla, no puedo tocarla”, lamentó. Es un dolor indescriptible que solo las madres pueden comprender, ese vacío que deja la separación cuando lo único que uno desea es abrazar a su hijo.
El responsable de esta tragedia parece estar vinculado, según las palabras de Diana, a la falta de insumos en el hospital. “El médico a cargo me dijo que estaban reclamando insumos, y por eso se ven obligados a reutilizar muchos de los instrumentos”, comentó. No se trata solo de un accidente aislado, sino de una problemática mayor que, lamentablemente, está poniendo en evidencia las carencias del sistema de salud en algunos hospitales.
Más allá de la denuncia y el dolor, el verdadero temor es el futuro de Cloe. Su madre espera, con ansiedad y miedo, saber si su hija podrá caminar con normalidad, si la cicatrización de su pierna no le dejará secuelas irreparables. Mientras tanto, la niña sigue internada, bajo observación, en la incubadora, y el tiempo se convierte en el peor enemigo para una madre que no puede abrazar a su hija, pero que, más que nunca, espera que pronto todo esto sea solo un mal recuerdo.